Cuando empecé a pintar con acuarela, tenía muchas ganas… y también muchas dudas.
Con el tiempo, me di cuenta de que nadie me había contado ciertas cosas muy simples, pero que cambian todo cuando estás empezando.
En este post quiero compartirte 5 aprendizajes que marcaron un antes y un después en mi forma de pintar (¡y de disfrutarlo!).
Cuando llegues al final de este post te espera algo especial, no te lo pierdas 😉
La acuarela es agua… y el agua fluye. Aprender a observar cómo se comporta en el papel, cómo se expande, cómo se mezcla con el pigmento, es una parte fundamental.
No es “perder el control”, es aprender a colaborar con el agua.
A veces creemos que hay que tener todos los pinceles, todas las marcas, el papel más caro. Pero con 3 colores, un buen papel y muchas ganas, ya podés empezar.
La técnica se desarrolla con la práctica, no con la cantidad de materiales.
Tu flor no tiene que quedar igual a la de nadie. Lo importante es que sea tuya, que cuente algo, que tenga tu trazo, tu manera de mirar.
Dejá espacio para lo inesperado.
Una mancha puede parecer un error… o una oportunidad.
Cuando entendés cómo manejar la cantidad de agua en tu pincel, cuándo dejar secar, cuándo volver… todo cambia.
Este aprendizaje lleva tiempo, pero es hermoso.
No te compares. En el arte, cada camino es distinto.
Date permiso para disfrutar tus primeros trazos, para equivocarte, para volver a empezar.
Tu estilo nace cuando dejas de forzarlo.
Estoy trabajando en algo que me emociona mucho…
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